Desde que hace unos años los avances tecnológicos empezaron a ganar velocidad de forma exponencial, las complejas relaciones entre humanos y tecnología han atravesado distintas fases. De los recelos y las reservas en los momentos iniciales, cuando el miedo a una vida robotizada hacía estragos entre una gran cantidad de profanos digitales, poco a poco pasamos a un creciente acercamiento. Como lo harían dos amantes que comienzan una relación, personas y máquinas van recorriendo ese camino del mutuo conocimiento con cada vez mayor confianza.

A ello está contribuyendo el carácter transversal de la revolución tecnológica. Y es que la tecnología no alcanza únicamente a los entornos laborales, sino que fluye digitalmente por todos los ámbitos de la vida. Está presente en nuestro trabajo pero también en nuestro hogar, en la manera en que disfrutamos de nuestro ocio, en la forma en que compramos, viajamos o nos relacionamos con nuestros amigos. Y también en la manera en que aprendemos.

La tecnología se ha convertido en un gran facilitador del aprendizaje y en una herramienta vital para la transmisión de conocimiento. Entre sus aportaciones más destacadas, está la de haber eliminado todo tipo de barreras, ya sean geográficas, físicas de las personas o temporales. Robots, machine learning, inteligencia artificial, realidad virtual y aumentada, algoritmos, hologramas, construcción 3D… las aplicaciones de la tecnología a los procesos de enseñanza son innumerables y no paran de crecer.

La tecnología permite llevar más lejos, a más personas y con más éxito el proceso de transmisión. La extensión de esos límites no solo es física, sino también cerebral. El uso de las nuevas tecnologías en entornos de aprendizaje genera una mayor elasticidad cerebral y un incremento de conexiones neuronales. De esta manera aumenta la capacidad creativa de los alumnos, que son más proclives a mezclar, conectar, extrapolar y, en definitiva, combinar elementos de un modo novedoso para alcanzar resultados diferentes.

Las posibilidades que trae la tecnología al campo de la enseñanza son inmensas. El campus de IE Business School en Madrid, por ejemplo, ha puesto en marcha su wow room, un espacio futurista de formación con tecnologías de vanguardia y 48 pantallas que se sirve de recursos como inteligencia artificial, simulaciones en tiempo real, análisis de big data, robots interactivos, sistemas de reconocimiento emocional y hologramas para conseguir una experiencia de aprendizaje totalmente inmersiva.

Formarse en tecnología

Aprovechar todas las ventajas que ofrece la tecnología aplicada a la formación implica adquirir previamente algún tipo de formación en tecnología. Pero, ¿en qué exactamente? El universo digital se ha vuelto tan vasto y cambiante que resulta casi imposible poner el foco en algo en particular. En su libro Robot-Proof: Higher Education in the Age of Artificial Intelligence, Joseph Aoun, presidente de la Northeastern University de Boston, propone una singular combinación entre las humanidades tradicionales y las tic a las que ha denominado «humanics». Esta constaría de tres elementos fundamentales:

Technical ability. Se trata de profundizar mucho más de lo que lo hacemos en el funcionamiento de las máquinas. Es decir, se trataría de trascender el entorno usuario y dar un paso más en nuestra aproximación a la tecnología. Aoun propone adentrarse en las entrañas de la máquina para empezar a entenderla de verdad. Conocer su funcionamiento es la puerta para lograr que el humano sea quien controle a la máquina y no al revés. En ese sentido, muchas voces apuntan ya hacia la necesidad de que los niños empiecen a programar desde edades cada vez más tempranas.

Data discipline. Las máquinas actuales tienen una capacidad para generar datos inimaginable hace tan solo unos pocos años. Los profesionales necesitan aprender a manejar, entender y analizar esa ingente cantidad de información que circulan por la red y que habita en las organizaciones. Los datos encierran la clave de las buenas decisiones empresariales. Por esa razón, aprender a leerlos e interpretarlos resulta fundamental.

Human discipline. Esta dimensión se basa en aquellas capacidades humanas que las máquinas no pueden emular. Hablamos de creatividad, imaginación, empatía y, en definitiva, de todo aquello que nos hace singulares e irremplazables. A nivel formativo, esto supone, por una parte, no dar de lado a las disciplinas tradicionales como las matemáticas, la literatura, la filosofía o la Historia y, por otro, en plano metodológico poner el acento en la parte experiencial más que en la sesión de aula.

La duda es, ¿están nuestros docentes preparados para semejante cambio? Probablemente no. No hay que olvidar, además, que los cambios estructurales en temas educativos son lentos. Sin embargo, la transformación llegará porque aunque la llamemos «revolución», en realidad la digitalización no llega para destruir nada. Una de las claves de la tecnología aplicada a la formación, es que, en el fondo no cambian la base sobre la que esta se sustenta; solo lo hacen las herramientas que la levantan.

Fernando Botella (El economista)